Es la mediación es una escucha predispuesta al latido del corazón

Es la mediación es una escucha predispuesta al latido del corazón

Escrito por: Rocío Sampere

Sobre Maria Zambrano

Me solicita una mediación “ella” y está asustada. Me pide que convoque, cuando le digo la fecha, me dice que lo posponga. Sabe que tiene que ser fuerte, pero teme. Le digo que piense, que espere,  que se deje acompañar.

Le comento que a la mediación no ha de venir con la tarea hecha;  que se trata de hablar, de escuchar, de sentir todo el escenario; que yo le voy a ayudar.

Él se enamoró de otra y se fue y ella no sabe si es capaz de hablar con él, además su compañera actual es su abogada y anuncia que acudirá también  a la mediación; ella no sabe si puede soportar  ese escenario.

Decidimos esperar unos días. E intentado entregarme por entero a esa ayuda que necesita la solicitante,  releo a  nuestra genial Maria Zambrano.

Se preguntaba esta eminente filosofa del siglo XX si el ritmo del corazón se une al ritmo del pensamiento de las personas. Y deducía que sí. Zambrano alentaba al pensamiento libre, le llamaba “palabra que salta” y defendía que el intelecto no puede nunca olvidar el corazón.

Maravillosas deducciones que nos revelan filosofía y poesía, al unísono.

Cuando estamos en una mediación, somos una suma de seres humanos entendiendo la esencial entrega con todos nuestros sentidos. Y aquí  recordamos a Maria Zambrano cuando se preguntaba “¿sabemos acaso cuantos sentidos en verdad tenemos? “

Vista, oído, tacto, gusto, olfato, recogiendo sonidos, que nos delatan lo que pasó, lo que pasa, lo que pasará.

Me emociona cuando la filósofa cuando dice:

“podemos discernir de esa última, secreta, indefinible esperanza que nos habita de ser llamados por nuestro nombre por alguien y aun por algo que no conocemos, de oírnos llamar de una vez por todas, una llamada que nos procure la íntima certeza de sabernos conocidos, conocidos del todo, enteramente identificados por alguien o por algo más allá de lo cotidiano.”[i]

Vuelve a llamarme “ella” y se siente mal, dice que debería ser más fuerte, que no sabe porque tiene tanto temor, que adelante con la convocatoria.

Antes de convocar , me propuse de nuevo a mí misma esperar, quiero entender. Y me lanzo a charlar con ella, en una conversación amable, sobre lo que hace, lo que siente, sin entrar en el conflicto. Solo un tu a tu, charlando sobre la vida. Empatizando, que no simpatizando.

Veo que le cuesta mostrarse, debe presentarse con escudos, y encontrar la palabra exacta, o el momento  cuando poder abrirse con libertad y ante quien. Veo que lo que no consigue es empatizar con ella misma.

Fue abandonada;  una pesadilla que aún le mantiene en el duelo y no le permite  reconocerse a sí misma y darse valor.  El juez más impecable es uno mismo.

Le recuerdo que la vida es así, que la historia está llena de encuentros y desencuentros, y que en el complejo mundo emocional la venganza , la negación, no nos dejará avanzar.

Amarse a uno mismo es el principio de una historia de amor eterna. Oscar Wilde.

Tampoco reconoce en los labios de otra persona a quien fue su compañero . Cuando se deja el conflicto en manos de otros, se está escondiendo la propia intimidad, y eso es natural en el ser humano. Quien ha de juzgar  escucha la palabra de quien nos defiende, no la nuestra, así que lo que escuchamos a veces  no tiene todo el sentido. “¿Qué mi ex ha dicho que?, eso es falso,  ¿cómo es capaz? “ Y es que quizás quien le escuchó entendió mal, o deduce que buscando resultados no interesa decirlo así.  La vida no se puede resumir en un relato, incluso a veces es culpa del “ copia y pega “. Aquí viene la confusión. Y con ello se agrava el conflicto.

En el espacio de la mediación las palabras salen de nuestros propios labios, el mediador se adentra a conocer a las personas, a saber lo que esperan de verdad. A reconocer la nueva realidad, en la que se ha de proteger sobre todo a los hijos, si los hay.

Fijemosnos en los dos conceptos mágicos esperanza y necesidad. Ver los nuevos roles, con la esperanza y la necesidad de adaptarse al momento actual. Se puede y se debe llorar, pero no dejarse dominar por los fracasos. Y el mediadort les induce a la libertad, que no es sino la buena fe que reclama la mediación: empatizando, siendo asertivos, reconociendo los intereses en juego, para que de la verdad salga la solución.

Recibi un correo por la noche, “gracias, me he sentido valorada cuando me has dedicado tu tiempo sin haber empezado la mediación, siento que por mi y por mis hijos debo ser fuerte. Adelante con la convocatoria”.

[1] De la necesidad y la esperanza. Maria Zambrano. M12 Philosofia malacitana. Vol. Vi, pags 9.13 Roma 7 diciembre 1949

Rocio Sampere

Rocio Sampere

Directora Instituto Mediación AMM (IMAMM)

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  • Posted by AMM
  • On 6 de julio de 2021
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Tags: emociones, escucha, mediación, predispuesta, sentimientos